Campaña #16Días de Activismo contra la Violencia de Género

En el marco de la Campaña de 16 días de Activismo Contra la Violencia hacia las Mujeres 2014, la IM-Defensoras se ha propuesto hacer un llamado a las organizaciones y movimientos sociales diversos que defienden los #DDHH a que aprovechemos esta jornada para seguir haciendo revisión crítica de nuestras organizaciones. En particular, queremos hacer un llamado para que cuestionemos y construyamos alternativas para erradicar las prácticas de violencia y discriminación que muchas veces reproducimos en nuestras propias organizaciones y movimientos.

Descripción de la campaña

Quienes dedicamos nuestra vida y nuestra energía a la promoción y defensa de los derechos humanos en Mesoamérica enfrentamos un contexto sumamente adverso. Agresiones, amenazas y asesinatos se multiplican y muchos de los territorios donde trabajamos están severamente afectados por la pobreza, por el saqueo y la violencia; generando un entorno de mayor adversidad e inseguridad para realizar nuestro trabajo.

En este contexto hemos tenido que ocupar tiempo y energía en protegernos y en denunciar estas violaciones a nuestros derechos, generando muchas veces desgaste y llegando incluso a limitar nuestro trabajo. Sin embargo también ha sido una oportunidad para revisar nuestras organizaciones, las condiciones en las que realizamos nuestro trabajo y la capacidad para desafiar la violencia que nos afecta.

En el marco de la Campaña de 16 días de activismo contra la violencia hacia las mujeres, la IM-Defensoras se ha propuesto hacer un llamado a las organizaciones y movimientos sociales diversos que defienden los derechos humanos, a que cuestionemos y construyamos alternativas para erradicar las prácticas de violencia y discriminación que muchas veces reproducimos en nuestras propias organizaciones y movimientos y que debilitan nuestra capacidad para enfrentar y superar la violencia social y del Estado que pone en riesgo nuestro trabajo.

En el Diagnóstico 2012 sobre violencia contra defensoras de derechos humanos en México, Honduras, Guatemala y El Salvador, realizado por la IM-Defensoras, arrojó información significativa sobre situaciones de violencia vividas por defensoras de derechos humanos en sus familias, comunidades y organizaciones. Las agresiones cometidas por personas de estos ámbitos sumó el 16.6% de los perpetradores.

Por otro lado, a través del diagnóstico de la IMD titulado “El autocuidado de las defensoras de derechos humanos en Mesoamérica” pudimos identificar, entre otras cosas, que el 36% de las defensoras viven dobles o triples jornadas de trabajo, al dedicar 6 horas semanales al trabajo doméstico además del trabajo como defensoras y el trabajo remunerado para la subsistencia familiar.

Los prejuicios de género que otorgan menos valor a las mujeres, que cuestionan su participación política, que las definen como objetos sexuales y responsables únicas del trabajo doméstico y de cuido, se viven en muchas organizaciones sin que ello sea plenamente consciente por parte de sus integrantes o sin que se le considere un tema de preocupación. Esta situación genera prácticas específicas de violencia al interior de las organizaciones en contra de defensoras de derechos humanos tales como:


  • Poco reconocimiento del aporte y liderazgo de las defensoras por parte de sus propias organizaciones. Organizaciones importantes cuya base está representada principalmente por mujeres, tienen como directores o líderes a hombres o no cuentan con mecanismos para asegurar la paridad en la toma de decisiones.
  • Muchas defensoras no ven en sus organizaciones que sus necesidades y derechos en tanto mujeres sean reconocidos y tomados en cuenta. En las agendas políticas no siempre se hace explícita la especial afectación hacia las mujeres por la discriminación y la violencia de género ni se considera la igualdad de género como condición básica para lograr la justicia social y la paz. Al interior de las organizaciones no siempre se toman medidas para que las mujeres puedan participar en condiciones de igualdad.
  • Condiciones de trabajo desiguales. Muchas veces las defensoras de derechos humanos son voluntarias, no reciben una remuneración equiparable a la que reciben los defensores o no son promovidas para asumir cargos de mayor responsabilidad. Seguro social, guarderías, tiempo para el cuidado de los hijos y hijas, entre otras cosas, no suelen ser garantías a las que tengan acceso tanto hombres como mujeres en las organizaciones.
  • Sexismo al interior de las organizaciones, desde comentarios y bromas machistas hasta la división de tareas que no cuestionan la división sexual del trabajo. Las defensoras son las que cocinan en las reuniones de sus movimientos, son las que ocupan las tareas menos valoradas y de menos liderazgo, son las que cargan con los hijos e hijas sin apoyo de sus compañeros de organización, o de sus compañeros de vida, que muchas veces forman parte de la organización y no asumen su cuota de responsabilidad en el cuido de hijos e hijas.
  • Acoso sexual y laboral y violencia sexual en contra de defensoras de derechos humanos por parte de compañeros de sus organizaciones o por reconocidos líderes sociales. Frente a esto, muchas veces las defensoras prefieren callar o minimizar estos hechos por temor a ser acusadas de debilitar la lucha, o a ser estigmatizadas y expulsadas de sus espacios de militancia.
  • Indiferencia o complicidad al interior de las organizaciones cuando se suscitan hechos y prácticas discriminatorias contra las defensoras integrantes, lo que provoca la tolerancia de la violencia hacia ellas y la permanencia de la discriminación.

Esta situación muestra que la discriminación de género que enfrentan la gran mayoría de las mujeres de nuestros países no es una realidad ajena y alejada de la vida cotidiana de las defensoras de derechos humanos, ni una práctica erradicada de la dinámica de las organizaciones y movimientos sociales.

Estas agresiones ponen en riesgo la permanencia de las mujeres dentro de las organizaciones, el fortalecimiento de sus liderazgos y debilitan su aporte. Sin embargo, pocas veces son denunciadas. Estas agresiones no solo afectan la integridad y condiciones de trabajo de las defensoras sino que pone en riesgo la sustentabilidad de los movimientos al limitar la participación de las mujeres y restar legitimidad al discurso y el trabajo de defensa de derechos humanos que realizan.

Durante los 16 días de activismo contra la violencia hacia las mujeres, hacemos un llamado a trabajar de maneja conjunta para no reproducir la discriminación en nuestras propias filas, pues coincidimos que esta ha producido desigualdad, ha excluido a las grandes mayorías del ejercicio de sus derechos y nos ha negado la dignidad y la humanidad que todas y todos merecemos.

Iniciar el debate sobre esta situación, es una medida de justicia para las mujeres, quienes muchas veces están en la primera línea de los movimientos sociales sin el pleno respeto y reconocimiento de sus derechos. Además permitirá ampliar y profundizar la vivencia de la democracia, fortalecer la participación y con ello favorecer la continuidad de nuestros movimientos y la pervivencia de las organizaciones.

Para hacerlo tenemos como referente importantes experiencias de organizaciones que enfrentaron colectivamente casos de violación sexual a su interior, de movimientos que se atrevieron a abrir áreas, espacios y momentos para pensar en la vida de las mujeres que les integraban y tomaron acciones afirmativas para apoyarlas. Conocemos de organizaciones en donde el trabajo doméstico y de cuido se asume colectivamente entre hombres y mujeres y en las que no se permiten las expresiones sexistas y las mujeres se sienten seguras.

En estas experiencias mujeres y hombres lograron un acuerdo importante para erradicar la discriminación de género y con ello construir espacios seguros de trabajo lo cual sin duda incrementa las capacidades para enfrentar la violencia política y social que amenaza nuestro trabajo en el contexto actual.

Aprovechemos estos 16 días para aprender de estas experiencias y construir las propias, para reconocer el trabajo que las mujeres hacen en nuestras organizaciones, para asumir sus necesidades y derechos como parte de nuestras agendas de lucha, para favorecer su liderazgo y participación en la toma de decisiones y para tomar medidas institucionales que permitan erradicar cualquier forma de violencia contra las mujeres al interior de nuestras organizaciones y movimientos.